Según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), la piel sensible no es un término médico, sino un término coloquial para describir la piel de aquellas personas que refieren sensación de tirantez, enrojecimiento y descamación de forma espontánea o tras la aplicación de determinados productos.
Los factores externos que pueden provocar mayor sensibilidad de la piel son el clima seco y frío, la excesiva exposición al sol, la aplicación de productos que pueden irritar o que pueden producir alergias (conservantes, perfumes), el estrés, y algunos alimentos y plantas, entre otros. Además, las personas con piel seca tienden a tener la piel más sensible y esto se hace más patente en climas secos y durante la época de invierno.
Efectivamente, el frío, el viento y la deshidratación originan o acentúan sequedad, rojeces, tirantez o aumento de cuperosis.
En cualquier caso, la evaluación por el dermatólogo es fundamental ya que con la interpretación de los datos que aporta el paciente, los hallazgos de la exploración física y, en algunos casos, las pruebas cutáneas, se puede llegar a identificar la causa y su tratamiento.
CONSEJOS:
1. Elegir una buena crema hidratante para prevenir y combatir la deshidratación acentuada por el frío.
2. Protección solar: debemos emplear el fotoprotector a diario.
3. Añadir complementos orales con vitaminas antioxidantes del grupo A, B, C y E, que, aunque no reviertan en el envejecimiento, sí mejoran su apariencia.
4. No olvidar una limpieza cuidadosa, mañana y noche, eligiendo una limpiadora suave, que no aumente la agresión diaria que el frío ocasiona.
5. Evitar en lo posible los cambios bruscos de temperatura pues ello aumenta la posibilidad de aparición de vasos dilatados con rojeces antiestéticas.
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