Hace pocas semanas se cumplían 269 años del nacimiento de la escritora, filósofa y revolucionaria Olympe de Gouges, quién en 1791 proclamó la primera Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía. El espíritu de Olympe sigue latente hoy, su apasionada defensa de la igualdad entre hombres y mujeres, es tan vital y necesaria ahora como en el siglo XVIII.
La influencia femenina en el poder
Las mujeres necesitamos articular una conexión más potente para mejorar la influencia femenina en los diferentes poderes de la sociedad global.
Después de algunos años siguiendo los pasos del activismo feminista y su “efectividad” real en los logros, he llegado a la conclusión de que para avanzar de forma más contundente, necesitamos cambiar de estrategia. Es mi humilde opinión y hoy la comparto desde este espacio.
La influencia femenina en el poder será de alto impacto cuando mujeres de diferentes realidades socio-económicas y culturales, de procedencias y corrientes ideológicas distintas, trabajen en una estrategia común.
Se han dado casos, concretos, que han provocado un impacto, aunque discreto, eficiente para alcanzar el objetivo deseado, pero no dejan de ser logros “desconectados” de otros que se están produciendo. Por ello siempre reivindico el poder de la “sororidad” para la visibilidad.
Si somos muchas, pero no nos conocemos y actuamos de forma coordinada y corresponsable, no hay avance significativo y nuestra influencia en el poder se dispersa.
Todo proyecto común comienza con una conversación previa entre las partes interesadas. Las mujeres tenemos que hablar más entre nosotras y salvar nuestras diferencias, buscando esos puntos de encuentro que nos unen para lograr un mismo objetivo y concretarlo, llevarlo a la práctica en acciones conjuntas.
Otra acción que podemos impulsar en paralelo es ir aumentando los registros de grupos de interés (lobbies) de mujeres, por ejemplo, para tener acceso a los debates en comisiones en las cámaras de representación. ¿Queremos o no queremos ser influyentes? La transparencia y las buenas prácticas deben preponderar en todas nuestras acciones.
Como apunte de actualidad, el pasado viernes se estrenaba la película de “El Caso Sloane” que justamente expone cómo los lobbies económicos más voraces han pervertido la democracia.
Más allá de que el personaje sea una mujer que es capaz de anticiparse a los movimientos de sus adversarios, (mayoritariamente hombres) mostrando así una mayor inteligencia, no deja de retratar una “versión” de los lobbies de connotación negativa.
Considero que la inteligencia y los talentos femeninos pueden invertirse en una influencia de fondo y estilo diferente de lo conocido o estereotipado para ejercer un poder que aporte otra visión del mundo y una mayor justicia social a las grandes decisiones.
Seguramente, las “causas” u objetivos de las acciones que se emprendan para ser influyentes, en ese poder del que se nos excluye, ahora en este tiempo, marcaran la diferencia hacia una forma de hacer constructiva y más acorde con los valores femeninos de nueva generación: integridad, solidaridad, transparencia, corresponsabilidad, excelencia, sostenibilidad, independencia, y diversidad, entre otros…
Y… ¿Por dónde comenzamos?
“La información es poder” ¿Lo recuerdan? Como objetivo general en el que creo vamos a estar todas de acuerdo, es en una observación más exhaustiva del desarrollo de la legislación que afecta directamente a las mujeres.
En Catalunya por ejemplo, sería estar más atentas al desarrollo de la Ley de Igualdad. Se hace así imprescindible obtener información para determinar hacia dónde dirigir el poder de influencia femenino. Y para ello, deberíamos focalizarnos mucho más en los espacios de “Cumplimiento Normativo” de la ley de igualdad ¿En qué sectores vamos a detectar que se están produciendo cambios reales de forma más nítida y en cuáles no y por qué?
La administración pública es una buena diana para dirigir la mirada violeta y hacer un balance de cómo está hoy. Pero creo que el verdadero cambio para conseguir la igualdad, vendrá de las organizaciones empresariales, de nuestra capacidad de influir en la cultura empresarial, y en el mercado del trabajo.
Hemos construido un mundo cuyo eje de vida pivota sobre el empleo, sobre el acceso o no al trabajo, y de qué forma se “es” y se “está” en la empresa y de si estamos presentes y disponemos de voz propia en la toma de decisiones en los consejos de administración.
Las mujeres sabemos muy bien lo que significa para nosotras la educación y el trabajo, el poder de decidir el rumbo de nuestra vida a título individual.
Formarse para “armarse” de recursos en el mundo del trabajo.
El poder económico es nuestro billete hacia la propia independencia (ya lo escribía en Tres guineas, Virginia Woolf) como individuas, ciudadanas y a partir de aquí, una vida acorde con nuestros valores, nuestro bienestar, nuestra vida social y cultural. Y el acceso al conocimiento y a la información es la clave para orientar nuestras vidas, (Las vidas de ese “otro” segundo sexo que decía Beauvoir) las de la otra mitad de la población del planeta.
Estoy convencida, la influencia femenina en el poder será mayor, cuanto mayor sea nuestra capacidad de confluir transversalmente en objetivos y acciones conjuntas.
Escrito por MF.
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