Teresa se despertó a las 5.45h de la mañana. No podía dormir más. Una intranquilidad desconocida invadía todo su cuerpo, una preocupación extraña dominaba su mente. Ella pensaba “estoy preocupada y no recuerdo porque”. Notaba un calor extraño en su pecho y el sudor había empapado todo su camisón. Se levantó inquieta “¿Qué pasa?”. Todavía estaba medio dormida y no sabía si lo que sentía era sueño o realidad.
En primero de psicología ya le habían hablado de estas alucinaciones, hipnagógicas se llamaban, no te permiten distinguir entre la realidad y el sueño y son típicas en los instantes posteriores al despertar y en los previos a dormir. Encendió la luz de la mesita de noche e inspiró largo y profundo. Él no estaba a su lado “¿qué ocurría?”. Recordaba una conversación, los dos llorando, las manos unidas pero no conseguía recordar porque, sólo veía imágenes difusas. Vio las pastillas para dormir al lado de la lámpara, ahora entendía esta sensación de mareo y atontamiento. Se levantó despacio en dirección al baño, abrió el grifo del agua y se refrescó la cara, al levantar la vista se vio así misma ante el espejo, recorrió su cara, su manos y su mirada se detuvo en su pecho, aquel calor. De repente recordó, dios mío, no podía ser, volvió a mojarse la cara con el agua fría. Volvió a entrar en la habitación y allí sobre la mesa del tocador había unos papeles de la clínica. El informe médico lo decía bien claro: Cáncer de mama.
Tuvo que sujetarse a la mesa porque le parecía que se iba a caer. Era cierto, ella lo tenía. Aquello que nadie se atrevía nombrar, aquella enfermedad maldita, aquello que siempre pasaba a los otros, ahora ella lo tenía. De golpe recordó la conversación con él hasta tarde, recordó su cara descompuesta, su desesperación. Tendría que ser fuerte porque sino él no podría soportarlo.
Salió a la terraza y por qué no se encendió un cigarrillo, lo aspiró profundo, en aquel mismo momento, observando las tenues luces del amanecer que empezaba decidió que este sería el último cigarrillo de su vida. Miró al cielo y se hizo la firme propuesta de que lucharía con todas sus fuerzas para evitar que esto arruinara su vida. Por primera vez su experiencia profesional le iba a servir para algo, iba a tratar su cáncer como un proyecto laboral, con fechas límites, inventario de recursos necesarios, fases, objetivo y subojetivos, a partir de ahora este iba a ser su proyecto más importante: Superar el Cáncer.
Teresa entró en mi despacho a las 9.00h de un lunes por la mañana. No quería perder tiempo. Su cara y su cuerpo irradiaban energía, sólo cuando se sentó pude ver cierta pesadez y agotamiento corporal. La situación era clara, Teresa estaba inmersa en un proyecto de lucha contra el cáncer y su objetivo era sentirse fuerte mentalmente para poder vencerlo físicamente.
Tras la primera sesión de coaching con Teresa, reflexioné durante varios días para tener claro que era lo que debía trabajar con ella. Finalmente recordé las palabras de Robert Dilts hablando del cáncer de su madre. Los enfermos necesitan un objetivo más allá de la sanación de su mal, necesitan tener una meta en su vida, visualizarse ya sanados y cumpliendo su objetivo.
Empezamos a trabajar su visión ideal de qué deseaba en su vida, sus miedos y aquellas limitaciones que le impedían llegar a esa visión ideal. Sobretodo revisamos sus creencias, aquellos mensajes internos, instalados en su cerebro y que le hacían creer que las cosas tienen que ser de una determinada manera. Ignoramos por completo la enfermedad, nos centrábamos en trabajar sus metas futuras.
Su familia influenciaba tremendamente sus decisiones y acciones y además su alta exigencia no la dejaba fluir. Al final de las sesiones, abrió su campo de visión y empezó a hacer pequeños cambios en su vida que le están acercando cada vez más a su visión ideal.
Para conseguirlo la invité a que elaborara su Mandala del Futuro. Mandala es una palabra de origen sánscrito que significa “círculo sagrado”, constituyen diagramas o representaciones simbólicas. Se utilizan en el Budismo y el Hinduismo. A partir de los ejes cardinales se suelen sectorizar las partes o regiones internas del círculo-mandala.
Tras un ejercicio de relajación y de respiración, se procede a visualizar ese futuro, a unos tres o cinco años vista. Ella se posicionó en ese año que previamente habíamos determinado y desde ahí elaboró su Mandala. Un colage de imágenes seleccionadas que representan su futuro ideal, no hay palabras, sólo imágenes de forma que el lenguaje y su estructura no pueden influirle en su proyección. El Mandala se divide en cuatro áreas y cada área responde con imágenes a estas preguntas:
Área1. ¿Cómo soy en este futuro, físicamente, mentalmente e incluso espiritualmente? ¿Con quién me relaciono? ¿A qué me dedico?.
Área 2. ¿Qué he tenido que aprender en estos años para llegar hasta aquí?
Área 3. ¿De que me he tenido que desprender para llegar hasta aquí? ¿Qué he tenido que soltar?
Área 4. ¿De dónde obtengo la energía? ¿Qué me da fuerzas?
Todas estás preguntas le llevaron a entender que es lo que realmente quería en la vida, y aunque poco a poco, elaboró su Plan de Acción Personal para conseguirlo.
Escrito por Escrito por Eva Garcés. Psícóloga, MBA y Coach. Fundadora de Mendips Talent Development.
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