Soy mujer, tengo 44 años y no tengo hijos. En 1950 hubiera tenido muchas posibilidades de sentirme como una mujer ya situada en la etapa final de su existencia, con todo lo importante ya vivido y probablemente con pocos objetivos por delante. Mi salud se ha visto mermada por la tuberculosis y la calidad de mi nutrición no es la más adecuada. Algunos de mis amigos más cercanos han fallecido y algunos poseen una salud muy precaria. La esperanza de vida se sitúa en 46,6 años.
El hecho de no tener hijos sería algo inusual pues el índice de fecundidad en aquellos años era de 4,5 hijos por mujer y lo más habitual sería que a los 44 años fuera ya abuela y ayudara a mis hijas en el cuidado de los mismos: cuidar a la familia y acompañar a mi marido serían mi principal modo de vida. Hoy, en el 2015, nuestra esperanza de vida se ha incrementado enormemente llegando a 75,5 años, gracias a los grandes avances en medicina que se han llevado a cabo en los países desarrollados y que nos están permitiendo gozar de una buena calidad de vida hasta bien entrados los 80 años. Hoy una mujer a los 44 años ha cambiado totalmente su enfoque vital, ya que, amén de las transformaciones sociales y culturales, aún tiene por delante prácticamente la mitad de su vida y puede emprender cualquier proyecto que desee.
“Dejad a los jóvenes ser nuestros ojos y oídos: los de mediana edad somos los cerebros de la empresa” David Bainbridge
Afortunadamente hoy una mujer de 44 años pertenece a la mediana edad y posee capacidades físicas e intelectuales para seguir trabajando, cuidando a sus hijos e incluso a sus padres. Al contrario de lo que muchos creen, en esta etapa alcanzamos un auge cognitivo considerable. Aunque perdemos rapidez intelectual, somos muy buenos en ciertas competencias que los jóvenes todavía no tienen desarrolladas y que son imprescindibles para la supervivencia de la especie humana. Planificamos mejor a largo plazo, tenemos más perspectiva y seleccionamos excelentemente la información relevante, sin olvidar que somos muy hábiles con la coordinación de tareas diversas. A nivel emocional, hemos ganado en auto control, la experiencia y la madurez nos han dado perspectiva y por lo tanto poseemos más equilibrio mental que una persona joven o anciana. Poseemos la ansiada Sabiduría que las distintas experiencias vitales nos han ofrecido. En este sentido, somos los mejores transmisores de valores, conocimientos y cultura, somos profesores, empresarios, managers. Somos los líderes de las empresas que dirigen la actividad económica y que desarrollan a los líderes del futuro.
Nuestra mejor etapa vital
La perspectiva humana actual sobre qué significa ser mayor o joven está cambiando. La organización “Love to Learn”, en el Reino Unido, ha llevado a cabo un sondeo entre más de 1.000 participantes de 50 años o más para conocer su actitud respecto a la edad. El sondeo reveló que empiezan a considerarse ancianos a partir de los 70 años. Por otro lado, la edad media a la que los participantes empiezan a sentirse pertenecientes a la mediana edad se sitúa alrededor de los 55 años. Los cambios demográficos están originando nuevas clasificaciones de edad y están modificando nuestras actitudes vitales, de forma que hoy alrededor de los 50 años nos sentimos en nuestra mejor etapa vital y con fuerza para emprender nuevos retos y proyectos. En la última edición de los Oscars, el galardón de mejor actriz ha sido otorgado a la más veterana de las actrices nominadas, Julianne Moore, con 54 años, y el pasado 2014 la edad media de las actrices nominadas era de 56 años, echando por tierra años de preferencia por mujeres jóvenes. La perspectiva se transforma.
No puedo evitar recordar la fantástica película italiana “La grande bellezza” dirigida por Sorrentino y protagonizada por Servillo. El protagonista cumple 65 años y lleva años refugiado en una vida mundana y superficial llena de placeres hedonistas; fiestas en su ático frente al Coliseo en Roma y reuniones con su círculo de amigos ricos pseudo-intelectuales que se sumergen cada noche en el lujo y en la divagación absurda. Estudios empíricos aluden a este fenómeno al que llaman “Gerontolescencia”. Hombres y mujeres rondando los 70 años que con las hipotecas pagadas, los hijos fuera del nido, activos física e intelectualmente, una esperanza de vida cada vez más larga y una salud controlada gracias a los avances médicos, están dando una nueva visión a lo que hasta ahora entendíamos por la etapa de la recta final de la vida. La edad biológica se está convirtiendo en un estereotipo ridículo.
Escrito por Eva Garcés. Psícóloga, MBA y Coach. Fundadora de Mendips Talent Development.
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