Los efectos perjudiciales del sol sobre la piel son una evidencia que no admite debate: pigmentaciones (lentigos solares, melasma), envejecimiento cutáneo, cáncer… Aproximadamente la mitad de las radiaciones solares que recibe el ser humano corresponde a la luz visible. De la otra mitad, el 40% es infrarroja (IR); un 7%, ultravioleta A (UVA) y ultravioleta B (UVB); y el resto, a otras radiaciones. La diferencia entre ellas y su posibilidad de lesionar la piel radica en la capacidad de penetración que posean.
Mientras que los rayos UVB inciden en las primeras capas de la dermis originando, además del bronceado, el enrojecimiento y las quemaduras, la radiación UVA afecta a las capas más profundas llevando al fotoenvejecimiento de la piel y a las alteraciones en el ADN que progresan hacia el cáncer cutáneo. Por otra parte, la radiación IR-A penetra alcanzando hasta el tejido subcutáneo dando lugar a un calentamiento excesivodañino por sí mismo, y por potenciar las alteraciones de las restantes radiaciones. Por eso, la fotoprotección cutánea es una recomendación universal que incluye las zonas calvas del cuero cabelludo, más susceptibles a la queratosis actínica y cáncer cutáneo, ya que reciben mayor radiación solar por su falta de cobertura, y por ser una zona que no se cuida habitualmente en este aspecto.
Pero, ¿y el cabello? ¿Es necesario protegerlo del sol?
Los efectos de la radiación ultravioleta sobre los cabellos oscuros ricos en eumelanina, sufren una fotooxidación que lleva a una decoloración, haciendo que parezcan pardos y sin lustre. Por otra parte, los puentes disulfuro que unen las cadenas de queratina del tallo del pelo, se rompen por acción de la radiación UV, reduciendo considerablemente la resistencia y la elasticidad de éste. Y por último, la cutícula externa se reseca al dañarse los lípidos y proteínas que la forman, favoreciendo las alteraciones del tallo (tricoptilosis, triconodosis…) que llevan a su fractura y desflecamiento. Esto favorece a que el cabello se enrede con facilidad, lo que no sólo es un problema estético, sino que lleva también a una tracción exagerada muy dañina en los casos de pelo fino o con tendencia a la alopecia.
Existe aún otro argumento para recomendar la fotoprotección capilar: la pérdida de cabello en el otoño. El folículo piloso está sujeto a una renovación constante mediante la sucesión cíclica de fases de proliferación, involución y descanso, con regeneración en el ciclo sucesivo del pelo. Estos ciclos (anágeno, catágeno, telógeno) están controlados de forma primordial por el fotoperiodo o duración de la luz del día, y en menor medida por la temperatura ambiental y la nutrición. Así pues, los seres humanos responden a las variaciones de la duración del fotoperiodo en primavera y verano, cambiando la secreción de melatonina, prolactina y otras sustancias, que favorecen el efluvio telógeno o caída temporal del cabello. Además de esta acción hormonal, se postula el argumento de que la radiación ultravioleta recibida en verano con mayor intensidad, favorece el acortamiento temporal del ciclo, que justificaría la caída otoñal.
De hecho, un estudio retrospectivo sobre 823 mujeres sanas preocupadas por la pérdida de cabello; a las que se realizaron análisis bioquímicos sanguíneos para excluir otras causas y tricogramas de seguimiento durante seis años; demostró la existencia de una periodicidad estacional en el crecimiento y caída del pelo, manifestada por una proporción máxima de pelos telógenos en el verano, que se corresponde con la pérdida capilar del otoño. ¿Era el sol, el causante? Sea cual fuere la respuesta, se hace evidente que la fotoprotección capilar es una medida muy aconsejable. Los sombreros, los pañuelos y la búsqueda de la sombra son las principales medidas de la fotoprotección natural.
Pero también podemos proteger al cabello y minimizar los daños que produce la radiación UV con productos formulados con filtros solares y moléculas con acción antioxidante, y sustancias que protegen la cutícula como los aceites vegetales, siliconas y ceramidas. La forma cosmética (espuma, geles, aceites…) se elegirá en función de que se trate de cabellos secos o grasos. La oferta es grande y sólo falta el deseo de cuidar el cabello adecuadamente.
Aunque el cuidado del cabello parezca un tema banal, son muchos los individuos que sufren un importante impacto emocional cuando su pelo está deteriorado. La mayoría de los procesos que le afectan tienen un origen interno, siendo los aspectos genéticos y hormonales los que predominan entre las causas conocidas. Pero los factores externos, como la radiación ultravioleta, pueden ser colaboradores activos de los factores principales aumentando la intensidad de estos procesos.
Escrito por Dra. Aurora Guerra para dDermis Magazine
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