A lo largo de la historia los cánones de belleza, sobre todo femeninos, han ido cambiando. En muchas épocas, la belleza ha estado relacionada con la salud, en tiempos de pandemias y postguerras era muy valorada una figura femenina robusta, ya que era sinónimo de buena salud. La redondez femenina también se ha relacionado con la fertilidad.
La Venus de Willendorf cuyo abdomen, vulva, nalgas y mamas voluminosos la relacionaban con la fertilidad, representa el ideal de belleza prehistórico y el sentido estético de la época. Además de la referencia a la fertilidad, algunos estudiosos piensan que era un símbolo de éxito, bienestar y seguridad.
Siempre ha habido relación directa entre la imagen y la ideología de poder. Las matronas romanas debían dar ejemplo de dignidad con su sobriedad física, la belleza renacentista reflejaba la espiritualidad de la época en su delgadez y las nobles francesas demostraban con sus aparatosas vestimentas que nada tenían que ver con el pueblo llano.
Los cánones de belleza actuales relacionan belleza con juventud. Así que, ¿es justo que una mujer de éxito profesional que ha conseguido compaginar y conciliar pareja, hijos y trabajo, que ha alcanzado las más altas cuotas de responsabilidad, tenga que dejar que su aspecto sufra el paso del tiempo?
A diferencia de la cirugía estética que en tiempos de crisis ha visto mermada su demanda, la medicina estética ha democratizado la belleza. En tiempos de crisis se ha aumentado la demanda de este tipo de tratamientos, entre un 8 y un 11%, ya que no requieren dejar la actividad social ni laboral. Y están al alcance de cualquiera. Atrás quedaron los tiempos en que era necesario pedir un crédito para hacerse un “arreglillo”.
Siempre hay que estudiar los motivos que ha llevado a un/a paciente a acudir a un centro médico-estético, y suele haber un “problemilla” de autoestima o de inseguridad. Actualmente, generaciones más jóvenes y mejor preparadas llegan al mercado laboral con ganas de comerse su parte de pastel y las más experimentadas y sabias se ven con la necesidad de frenar el paso del tiempo, en lo que se refiere a su aspecto físico. La medicina estética ha conseguido aumentar la duración de los resultados estéticos con nuevas técnicas y materiales cada vez más seguros, y lo que es más importante, conservando la naturalidad de la expresión y aumentando la salud. El médico estético es el médico de cabecera de muchas y muchos pacientes, el que recuerda la necesidad de abandonar hábitos tóxicos, el que recomienda una limentación sana y la conveniencia de revisiones periódicas al dentista, ginecólogo, es decir, un “médico de la belleza y el bienestar”.
Cada vez más mujeres acuden a un tipo de antiaging basado en la alimentación y la micronutrición y la suplementación ortomolecular para paliar el paso del tiempo y contrarrestar sus síntomas de envejecimiento como los que se presentan en la menopausia y se niegan a ser tratadas con hormonas por sus efectos secundarios.
Y es que el aspecto físico está relacionado con el éxito. La seguridad que demuestra una persona agraciada físicamente le ayuda a superar los retos a lo largo de su vida. Hay estudios que demuestran que tanto hombres como mujeres, los que están de acuerdo con un cierto estándar de belleza, reciben entre un 10 y un 15% más de remuneración económica que los que no lo están. Es decir, la belleza influye en el éxito laboral si consideramos como tal esa remuneración. Si una mujer se siente más segura es probable que sepa dirigir mejor a su equipo profesional, sea capaz de defender mejor una idea y también la ayude a la hora de presentar un trabajo o focalice más la atención en un speech.
Pero recordemos que la belleza es patrimonio del ser humano y aunque nos pasemos largas horas en el gimnasio o nos apliquemos bótox con regularidad, hay algo que emana de dentro: la belleza interior que no se puede adquirir, a ningún precio, se posee o no. Y ésta es fundamental no sólo para el éxito profesional sino para el éxito en la vida, para alcanzar la felicidad. Nadie puede ser bello en el envoltorio si su contenido no es bello también.
Artículo escrito por Dra. Imma González para dDermis Magazine
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